Hasta hace dos meses, solo éramos él y yo y nuestros 3 gatos en casa: Aloary, Lía y Guantes. Éramos cinco habitantes en una casa, pero de pronto, un domingo de lluvia, aparecieron llorando un par más de gatos,
Escuché unos chillidos, creí que eran de un bebé o el gato vago de mis vecinos. Mi cuerpo se tensó al ver un par de ojos brillantes entre la oscuridad y el llanto incesante saliendo del motor de mi auto. Salí con una linterna y empecé a buscar desesperada al pequeño animalito.
Afortunadamente (y no sé cómo), el gato había salido y pasado a otro auto. Eran dos y lloraban con desesperación. No lo pensé dos veces y, ante la inminente lluvia que se avecinaba, puse un sobre de comida húmeda y croquetas en la transportadora a modo de trampilla.
El primero cayó en menos de 5 minutos. Creemos, por la personalidad que descubrimos después, que el primero en caer fue Anakin, el gato negro. Es muy chillón y gracias a eso pudo atraer a su, asumimos, hermana.
Bueno, ella fue más quisquillosa con el rescate. Tardamos casi hora y media en poderla atrapar y lo más fácil fue atraerla con el llanto del otro gato y ella sola entró.
Anakin y Hisako, una gata negra desconfiada y tremendamente cariñosa, eran unas bolitas de pelos de apenas máximo dos meses. Eran ariscos, temerosos y hambrientos. Los primeros días, estos nuevos gatos en casa comían desesperados y poco a poco entendieron que la comida no iba a faltarles.
Poco a poco entendieron que estaban en un lugar seguro y que somos personas confiables. Se iban a ir en adopción, pero poco a poco nos encariñamos, se nos metieron en el corazón y decidimos unirlos a la familia.
En conclusión, ahora tenemos 5 gatos en casa, maravillosos, latosos y que dan esponjosidad y pelos (muuuuchos pelos) a este hogar, un hogar gatólico sin remedio.